II. RESEÑAS
8.
El desarrollo: un debate abierto
Francisco Alburquerque Llorens
COMO SEÑALA Vázquez Barquero, el
concepto de desarrollo económico ha ido
evolucionando y transformándose paralelamente
a los cambios ocurridos en la sociedad,
a medida que los países, regiones,
ciudades y territorios han debido enfrentar
nuevos problemas, y a medida que las
innovaciones y el conocimiento se han ido
difundiendo por las organizaciones económicas
y sociales.
En las teorías actuales del desarrollo
económico, se reconoce que la acumulación
de capital y la incorporación de innovaciones
desempeñan un papel fundamental,
lo cual permite el aumento de la
productividad. Sin embargo, lo decisivo es
la creación de mecanismos e instituciones
que favorezcan la adecuación al cambio
estructural de las diferentes economías.
En este sentido, las explicaciones actuales
sobre el desarrollo a largo plazo ponen énfasis
en las fuerzas que interactúan generando
efectos multiplicadores de la inversión
capaces de impulsar rendimientos
crecientes de los factores de producción y
de sustentar un tipo de crecimiento duradero
(y sostenible ambientalmente), generador
de oportunidades de empleo digno
y de ingresos suficientes para la población.
En suma, el aumento a largo plazo de la
producción y del ingreso por habitante es
posible gracias a la aplicación de innovaciones
(técnicas, gerenciales y organizativas,
así como sociales e institucionales) en los
procesos productivos, a fin de que ellas posibiliten
el aumento de la productividad y
sostenibilidad de los recursos, y ello, a su
vez, procure el incremento del empleo, el
ingreso y el nivel de vida de la población.
Sin embargo, el desarrollo no puede resumirse
en la habitual visión nacional agregada,
como si se tratase de procesos homogéneamente
distribuidos en el espacio,
ya que el desarrollo tiene una naturaleza
difusa y desigual en el territorio. Asimismo,
el desarrollo a largo plazo no depende sólo
de la dotación de recursos de un territorio
y de la capacidad de ahorro e inversión de
su economía, sino del funcionamiento y la
interacción de mecanismos a través de los
cuales tiene lugar la acumulación de capital,
los cuales constituyen lo que Vázquez
Barquero denomina nuevas fuerzas del desarrollo,
esto es: la organización flexible de la
producción, el fomento empresarial y la
formación de redes de empresas; la difusión
de innovaciones y el conocimiento, y
el cambio y la adaptación institucional.
Nuestro autor propone incorporar un
enfoque del desarrollo endógeno como una
interpretación de la dinámica y los cambios
económicos en curso, y como un instrumento
válido para la acción en un contexto
como el actual, lleno de continuas
transformaciones tecnológicas, económicas,
sociales y políticas. Este enfoque entiende
el desarrollo como un proceso
mantenido de crecimiento y cambio estructural
en el que las diferentes comunidades
territoriales se comprometen en estrategias
concertadas para la generación
de oportunidades productivas y empleo, a
fin de mejorar el nivel de vida de la población,
reducir la pobreza y satisfacer las
necesidades de la población. El enfoque
del desarrollo endógeno es, por tanto, un
enfoque territorial (y no funcional) que
considera que las políticas de desarrollo
son más eficaces cuando se llevan a cabo
por los actores locales, y no sólo por las
administraciones centrales.
En opinión de Vázquez Barquero, la
globalización plantea, además, un juego
abierto y no predeterminado, con multitud
de senderos de crecimiento, ampliando
de ese modo las posibilidades de respuesta
de las diferentes economías y territorios,
potenciando la diversidad de los procesos
de desarrollo. En este sentido, las generalizaciones
y las visiones "globales" suelen tener
escaso valor en la política de desarrollo,
ya que las economías y los países presentan
una multiplicidad de situaciones que
reflejan la complejidad de sus sistemas económicos,
sociales e institucionales.
Cada territorio tiene un conjunto de
recursos materiales, humanos, institucionales
y culturales (además de los recursos
medioambientales) que constituyen su
potencial de desarrollo, lo que se expresa
a través de la estructura productiva, el
mercado de trabajo, la capacidad empresarial
y el conocimiento tecnológico, las
infraestructuras de soporte y acogida, el
sistema institucional y político, y su patrimonio
cultural. Por lo tanto, el desarrollo
económico de los países, ciudades, regiones
o territorios en general no depende
exclusivamente del nivel de ahorro e inversión
de cada economía, sino, sobre todo,
del buen funcionamiento de las fuerzas
del desarrollo y de los mecanismos de
acumulación de capital y conocimiento,
tangibles e intangibles.
La actividad productiva está basada en
un sistema de relaciones o redes –formales
e informales– entre empresas y actores
económicos, sociales e institucionales. Las
redes de empresas pueden tomar formas
diversas, como son las alianzas estratégicas,
las agrupaciones o clusters de empresas,
o los distritos industriales. Las redes
empresariales facilitan, pues, los intercambios
comerciales con proveedores y clientes,
así como el acceso a información estratégica
sobre aplicaciones tecnológicas,
innovaciones de productos, procesos productivos,
organización y mercados.

Así pues, en contra de la visión económica
tradicional de que las empresas compiten
entre sí y se relacionan a través de
las señales de precios y costes en los mercados
en busca de la maximización de sus
beneficios, el surgimiento y desempeño de
la capacidad empresarial en un territorio
es siempre resultado de un proceso complejo
en el que las instituciones y las redes
de contactos entre los actores permiten a
los/as empresarios/as llevar adelante sus
negocios.
En efecto, aun reconociendo que las
empresas son elementos decisivos en los
procesos de creación y difusión de innovaciones,
éstas no son agentes económicos
aislados, ya que forman parte de entornos
locales específicos, y son las características
de estos territorios y la interacción entre
sus agentes los elementos decisivos en la
incorporación de innovaciones. La innovación
es, por consiguiente, el producto
de un proceso de aprendizaje colectivo
territorial.
Estamos, pues, ante un texto importante
y útil para la reflexión –de economistas
y no economistas– relacionada
con el desarrollo económico. El autor
forma parte de ese núcleo reducido de
economistas que en nuestro país abandona
desde el inicio el estéril foco de
atención prioritario que el pensamiento
económico convencional pone, casi de
forma exclusiva, en los temas macroeconómicos
y financieros, los cuales, a veces,
suelen esconder una realidad mucho
más compleja y diferenciada que requiere
aproximaciones mucho más sustantivas
y próximas desde los diferentes ámbitos
territoriales.
El texto utiliza el término "desarrollo
sostenible" equiparándolo al desarrollo
que logra mantener su dinamismo en el
tiempo. Sin embargo, la acepción de desarrollo
sostenible forma ya parte del acervo
propio de la literatura relativa a la sostenibilidad
ambiental. En este sentido, puede
también encontrarse en el libro un cierto
sesgo urbano, dada la importancia que tiene
el desarrollo urbano y de las ciudades,
aunque el desarrollo de éstas no está nunca
separado del desarrollo rural y de la
producción de algunos de los insumos
principales del desarrollo proporcionados
por éste último, como son el agua, los alimentos
y otros recursos naturales.