I. DEBATES
3.
Literatura de historia económica para entender el turismo
Carles Manera y Juan Hernández Andreu
LA HISTORIA ECONÓMICA del turismo está ganando progresivamente interés entre los historiadores de la economía en España, si bien no alcanza aún las cotas de otros países, como es el caso de Italia. Prestaremos atención a algunos libros que acreditan la importancia científica del análisis económico aplicado al pasado del turismo. Pero antes convienen unos comentarios previos. Desde el punto de vista metodológico, la historia económica del turismo constata las mismas dificultades que puedan presentar los análisis sobre el fenómeno turístico, contemplado sin pretensión histórica. El output del turismo es estrictamente intangible, ya que se funda de modo propio en el de subsectores turísticos como la hostelería, la restauración gastronómica, las agencias de viajes, el patrimonio artístico y otros. Es decir, la función de producción del turismo la integran las funciones de producción de otras actividades económicas que no ofrecen particulares problemas en su identificación y medida. Pero las consecuencias de las economías turísticas –medidas en externalidades– sí que patentizan elementos de concreción: en Economía abundan estudios sobre los impactos que causa esta denominada "industria de forasteros" –en certera expresión del mallorquín Bartolomé Amengual, que rigió la Cámara de Comercio de Barcelona durante décadas–, y que los economistas más convencionales concretan en metodologías precisas, como las del travel-cost o de los precios hedónicos, por poner tan sólo dos ejemplos al respecto.
Ahora bien, no deja de ser curioso que, desde la perspectiva académica, los análisis sobre el desarrollo del turismo de masas no tengan la consideración que adquieren los relativos a otros sectores, como por ejemplo la industria. Y añadimos que sorprende porque, justamente, el avance de los procesos de terciarización –donde anidan cada vez más experiencias turísticas– es imparable en las economías más consolidadas del planeta; a su vez, los países emergentes –en especial, los ubicados en la cuenca mediterránea– patentizan signos evidentes de revitalización y fuerte empuje de la economía turística. Estamos, pues, ante un grueso de actividades en alza, que infieren oportunidades innegables de crecimiento, pero cuyo estudio, paradójicamente, no suele tener la pátina de solvencia intelectual y académica que ostentan otros análisis de la estructura económica. Si esto es así en el campo genérico de la Economía –en el que, como se ha dicho, la bibliografía aumenta día tras día–, el área de Historia Económica padece de serias deficiencias en relación con exploraciones profundas sobre el turismo de masas. Recientemente (en el verano de 2006), en el Congreso Internacional de Historia Económica que se celebró en Helsinki, se pudo ver una sesión específica sobre turismo, con papers muy irregulares; lo mismo cabe decir del congreso de la Asociación de Historia Económica en España, desarrollado en Santiago en 2005, donde las aportaciones fueron también muy desiguales (y, debe subrayarse, escasas). Pero no nos engañemos: ambas situaciones son bastante insólitas en nuestra disciplina. De ahí que la aparición de material bibliográfico que pretenda ofrecer estudios de casos o perspectivas genéricas, con la historia económica como hilo conductor, ha de aplaudirse por parte de aquellos que hemos fondeado –tras travesías analíticas por el mundo de la agricultura y de la industria– en las procelosas aguas de esto que se llama terciarización de la economía, con sus derivadas más complejas (se habla ya de sectores cuaternario y quinario, para definir la enrevesada realidad de los servicios en las sociedades actuales). Pensamos que la historia económica de este magma que son los servicios debería ser ya un pilar fundamental de investigación para los historiadores económicos, en forma tanto de proyectos competitivos como de organización de encuentros y sesiones de trabajo más preferentes, en las convenciones académicas sobre historia económica.


En este sentido, investigaciones como las que se recogen en algunas obras recientes ayudan a resolver y clarificar en la práctica parte de este problema. Las visiones van de lo más genérico a aportaciones extensas "de caso" y a misceláneas en las que se apuntan las evoluciones de diferentes ejemplos de desarrollo turístico. En relación a las primeras, destaca el libro de Patricia Battilani (Battilani, 2001). Estamos, quizás, ante la única historia económica del turismo con perspectiva claramente europea existente hasta el momento. La cronología del trabajo es amplia, habida cuenta que se abre en una época que la autora califica como "prototurística" –y que nace de la Roma antigua y se desvanece durante la Revolución Industrial–, caracterizada por el elitismo de la práctica turística y por la ausencia de una estructura profesionalizada. Los primeros hoteles, en sentido estricto, y establecimientos recreativos provienen de los siglos XVII y XVIII, con sede en Gran Bretaña. Mucho más tarde, ya en los años 1920, el fenómeno del turismo de masas surge en Estados Unidos y se difunde, en la posguerra, por toda Europa. El análisis de Battilani se centra de manera más específica en Italia al tiempo que desbroza una visión más regional del país alpino: Cerdeña, Sicilia, Venecia, Rimini, Il Trentino y l’Abruzzo aparecen caracterizados de manera específica en función de una cierta especialización que se va adquiriendo a raíz de la visita masiva de visitantes. Battillani destaca con fuerza el polo de atracción mediterráneo en el desarrollo turístico europeo, muy relacionado con el sol y la playa, pero también con la búsqueda de acervos culturales. En síntesis, la obra es muy recomendable, e incluso puede ser utilizada como manual de trabajo en ámbitos docentes en los que se contemple el análisis histórico económico del turismo de masas.
El libro de Battilani puede complementarse con el publicado por Yorghos Apostolopoulos, Philippos Loukissas y Lila Leontidou (Apostolopoulos, Loukissas y Leontidou, 2001). Esta miscelánea –que engloba una cronología más limitada que el libro antes comentado: 1950-2000– abraza desde planteamientos genéricos hasta estudios de caso (Francia, Croacia, el Mezzogiorno italiano,Turquía, Chipre, Síria, Israel, Egipto,Túnez,Argelia y Marruecos), de forma que se completa un panorama analizado con metodologías distintas, pero conflu- yente en unos puntos que los coordinadores de la obra anotan en una dirección relevante: las externalidades ambientales que se derivan de las actividades turísticas, inferidas de unos modelos de desarrollo que tienen una cuota importante de responsabilidad en las dislocaciones ecológicas existentes en la cuenca mediterránea. A su vez, los autores anotan un aspecto fundamental, que condiciona la evolución turística en temas como la estacionalidad, la dependencia de intermediarios e incluso la consecución de nuevos espacios regionales en el turismo de masas en el Mediterráneo: cambios observados en la demanda en el curso de los últimos cincuenta años, transformaciones relacionadas con una mayor autonomía en la confección de los paquetes de viaje y en la incidencia de las nuevas tecnologías. El libro presenta, no obstante, lagunas imperdonables –e inexplicables–: el olvido del pionerismo en el turismo de masas de España –ausente en la entrega–, cosa que devalúa, a nuestro entender, la aportación.
Otro compendio de trabajos lo constitiuye el dirigido por Laurent Tissot (Tissot, 2003). El libro en cuestión recoge algunas de las aportaciones presentadas en un congreso internacional sobre el tema turístico, a partir de tres ejes generales: el tecnológico, que examina la construcción y la puesta en funcionamiento de las infraestructuras perentorias para el funcionamiento de las actividades turísticas; el político, que evoca el papel de los poderes públicos en la consecución de esa economía terciaria, y, en fin, el peso del turismo en el conjunto económico general, o sea, su aportación a la generación de riqueza. Los trabajos recopilados plantean unas coordenadas cronológicas que provienen del Ochocientos, y que se adentran hasta fines del siglo XX. Cabe advertir que las contribuciones son desiguales, aunque encajen en los tres ejes enunciados. Pero quizá lo más interesante es que estos trabajos observan el turismo como una industria per se, y no sólo como un grueso componente del sector servicios.Tissot lo advierte en el libro: estamos frente a un conjunto complejo de actividades que tienen entidad específica, cuyo análisis no tiene porqué eludir algunos de los parámetros más convencionales que suelen aplicarse a otros sectores económicos. De ahí que la elección de los tres grandes ejes temáticos que ordenan este libro, en los que se insertan las distintas contribuciones, represente una buena opción metodológica.
El análisis del turismo en períodos históricos concretos tiene un ejemplo modélico en el estudio de Shelley Baranowski (Baranowski, 2004). El trabajo patentiza una visión renovadora –y polémica– que afecta al desarrollo de la economía alemana en la época nazi. En efecto, la autora subraya el avance del turismo de masas –a destinos próximos– por parte de unas clases media y trabajadora que tienen en estas actividades de ocio pagadas –con la instauración de vacaciones– otras posibilidades de asueto, en un convulso contexto para Europa. Además, esta apuesta del régimen nazi refuerza su unión con unas capas sociales que le dan soporte, y a las que contenta con otras medidas económicas –que surgen de políticas netamente colonialistas en los territorios ocupados por las tropas de Hitler–, tendentes a incrementar el bienestar de la población y su seguridad. La obra de Baranowski podría incardinarse en aportaciones más generales sobre la economía del Tercer Reich, en particular en las más recientes de Götz Aly, quien ha destacado precisamente el desarrollo de las actividades turísticas como uno de los factores para mantener el nivel de vida del pueblo alemán.
Pero lo que es relevante subrayar es que urgen estudios de mayor entidad sobre modelos de desarrollo turístico más específicos. Aquí el terreno del historiador económico no puede ser otro que el regional, toda vez que la evolución del turismo de masas obedece a una pauta más localizada espacialmente, en la que el acceso a recursos naturales –paisajes agradables, playas, etc.– es la pieza clave. Sin lugar a dudas, Sidney Pollard, que con tanta destreza ha desbrozado la industrialización adoptando ópticas geográficamente más constreñidas, pero con mayores capacidades de análisis, también aplaudiríamos esta perspectiva regional, no en el sentido que le otorga la Organización Mundial del Turismo, sino en el que le han dado los historiadores económicos que, justamente, han "regionalizado" la historia industrial. En esa línea, existe un ejemplo que vale la pena remarcar. Se trata del libro recientemente publicado por Angela María Girelli Bocci (Girelli, 2006).

La obra no pretende ser una descripción, sino un análisis económico de la industria hotelera en Roma desde la unidad política hasta hoy en día. Consta de dos partes. La primera está dedicada al estudio de la oferta hotelera, además de a otros aspectos del servicio turístico, y la segunda se destina a analizar la demanda en el sector. En el primer gran apartado, Girelli relaciona las rentas industriales de las 124 ciudades italianas más importantes con la renta turística en cada una de ellas, entre otros extremos, con objeto de explicar la causalidad del despegue hotelero, poniendo las bases para estudios más exhaustivos del tema, al tiempo que maneja nuevas fuentes para la investigación; en paralelo, calcula la renta hotelera frente a la balanza comercial y el saldo neto de divisas en la etapa que estudia. Los trabajos sobre periodos posteriores, el estudio económico de la moda en Roma y el análisis de la específica organización turística en la ciudad son también notables aportaciones. Otro aspecto muy llamativo de este libro es su apéndice topográfico, con una veintena de mapas de Roma que reflejan los núcleos de hoteles, pensiones y fondas entre 1871 y 1925. Girelli concluye que no acertaría quien dijera que la terciarización de la economía italiana representa un avance consolidado; y dice que la ocupación y el valor añadido de la industria no pueden compensarse con la ocupación, y valor añadido de los servicios. Es más, afirma que la economía de Italia no puede prescindir de su tejido industrial.
La segunda parte del libro constituye una muestra de la demanda de extranjeros en Roma en la misma etapa. Estos estudios tienen como nota general que la demanda turística crece al compás del aumento de la renta en los países de donde proceden los turistas, como Reino Unido, Alemania y Estados Unidos. Destaca, en tal aspecto, el trabajo de Rosa Vaccaro. La autora señala aspectos interesantes de las innovaciones institucionales españolas en Italia con objeto de afianzar relaciones culturales entre Italia y España, sobre todo en beneficio de pensionados, estudiosos y artistas españoles que residirían por un tiempo en la capital del arte. Detalla extremos sobre la creación de la Academia de España por Emilio Castelar en 1873, durante una etapa de fuerte influencia liberal italiana en España; la de la Escuela Española de Historia y Arqueología, bajo el impulso de la Junta de Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas en 1910, y el establecimiento del Instituto Cervantes en 1991. Asimismo, instruye sobre el alcance intelectual de residentes españoles en la ciudad eterna como fueron el mencionado Emilio Castelar, Ramón María del Valle–Inclán, Eduardo Rosales, Josep Pijoán, Pío Baroja, Dionisio Ridruejo, Miquel Batllori y Rafael Alberti, entre otros.

Por otra parte, los viajes turísticos de los españoles, según Rosa Vaccaro, son coherentes con el desarrollo económico de su país. En 1952, las llegadas de españoles y portugueses al Lazio suponían el 1,80% del total. En 1969 aumentaron en un 30%, pero su porcentaje sobre el total se redujo al 1,59% en cuanto la demanda turística expresada por los otros países occidentales había crecido en mayor medida. En los años 1970 se produjo un cambio de tendencia, y en 1974 ya representaban el 2,60% del total. Durante la transición democrática descendió la afluencia de españoles a Roma como turistas. El ascenso se reemprendió en la década de 1980, con una breve interrupción en 1994-1996. Los otros estudios son también significativos y expresivos del planteamiento general de esta obra. En suma, estamos ante una aportación clave para la comprensión del fenómeno turístico en una de sus plazas emblemáticas, Roma, en el territorio europeo.
En definitiva, las obras reseñadas constituyen contribuciones dispares en cuanto a cronología, método y organización del análisis del turismo de masas en perspectiva histórica. Pero todas ellas se caracterizan por el rigor de una línea de investigación que debiera ser estimulada con mayor énfasis por los historiadores económicos españoles, que pueden proporcionar a otros colegas visiones detalladas sobre una actividad económica de gran vigor actual y con grandes posibilidades de futuro.