II. RESEÑAS
14.
Un millón de euros para el economista
Estrella Trincado Aznar
ALFRED NOBEL, inventor sueco de la
dinamita, estipuló en su testamento que
el capital de su herencia debía constituir
un fondo cuyos intereses serían distribuidos cada año en cinco partes iguales "en
forma de premios a las personas que, durante el
año anterior, hayan producido un gran beneficio
a la humanidad". Desde 1901, se empezaron
a conceder estos premios en Física,
Química, Fisiología o Medicina, Literatura
y Paz. Sin embargo, el Banco de Suecia
instituyó en su tricentenario, en 1968, un
Premio de Ciencias Económicas, asignando
a la Fundación Nobel una cantidad igual a
la de sus premios normales. Supone la entrega
de aproximadamente 10 millones de
coronas suecas (algo más de un millón de
euros). La finalidad de esta suma es evitar
las preocupaciones económicas del laureado
para que, así, pueda desarrollar mejor
sus futuros trabajos.
Esta obra, precisamente, se hace eco de
las contribuciones a la ciencia económica
de los distintos galardonados. Sus doce capítulos
constan de una breve introducción
que relata la evolución del pensamiento
económico durante un determinado periodo,
seguida de varias fichas de los distintos
receptores de premios Nobel en ese
periodo, por orden cronológico y con le ves destellos biográficos y bibliográficos,
acompañados de una foto del galardonado.
La introducción a las fichas, por mor
de su laconismo, no parece querer profundizar
en una historia de la ciencia, sino
tender puentes y establecer un hilo conductor
entre los distintos galardonados.
Una tentativa de historia de la ciencia, sin
embargo, puede encontrarse en los debates
que afloran en McCarty (2000).
La obra de Das Neves comienza con
un reconocimiento a los autores anteriores
al galardón. Por ejemplo, Adam Smith,
al estudiar las instituciones y el equilibrio
de mercado, abrió un campo de investigación
extraordinariamente prometedor. Sin
embargo, como dice Das Neves, en la
Economía, la teoría del valor se vio revolucionada
en 1871, cuando se empezó a
considerar que el valor de los bienes provenía
de la utilidad subjetiva. Bueno, en
realidad el descubrimiento no era sólo
cuestión de subjetividad, algo que ya señalaron
los escolásticos, sino de marginalidad:
el valor de cada bien es el valor de la
última unidad consumida, de la necesidad
menos urgente, que determina el precio
de los bienes en competencia perfecta.
Posteriormente, a mediados del siglo
XX, la ciencia económica avanzó gracias a
la observación cuantitativa de la realidad.
La economía fue una de las primeras disciplinas
que utilizó intensamente el cálculo
electrónico y, tal vez por eso, el premio
Nobel ha concedido gran valor a la formulación
matemática, que parece acercar
la economía a otras "ciencias duras" también
galardonadas. La técnica econométrica,
en principio, generó una ilusión ingenua
acerca de los beneficios de la
intervención del Estado que haría posible.
Pero lo más interesante del libro es que
nos hace pensar qué méritos se valoran en
la ciencia económica y de dónde surge el
prestigio dentro de ella. En los 37 años en
que ha sido concedido el premio Nobel de
Economía, ha habido 57 galardonados, ya
que en trece de los años el galardón fue
compartido por dos autores y en tres años
fue dividido en tres. Según las reglas, el Premio
puede ser compartido entre un máximo
de tres personas, pero curiosamente el de
Economía suele ser más compartido que
los de las ciencias naturales.

El premio Nobel de Economía apenas
ha tenido críticas –sin duda, todos los laureados
lo merecían–, pero es curioso que
siempre se haya concedido a hombres y
que nunca se haya otorgado a una persona
de menos de 50 años.Vickrey, por cierto,
nunca llegó a recibir el premio, pues falleció
pocos días después de haber sido
galardonado (con 82 años). ¿Hay vida después
de Estocolmo? se pregunta Samuelson
(2002). Por lo que parece, el premio
así concedido no satisface el objetivo original
de Nobel de subvencionar los esfuerzos
de investigación del ganador para el
resto de su vida. Después de que los ganadores
reciben el premio, no pocas veces se
marchitan y no sólo por la avanzada edad,
sino también por el exceso de adulación.
Otro elemento de interés es que
Europa dominó durante los primeros 28
años. Después, se ha producido un empate
con EEUU, pero, desde 2000, como los
Estados Unidos recibieron ocho de los 11
premios, la situación se ha desequilibrado
claramente a su favor. Sin embargo, este
análisis cambia si, en vez de tener en cuenta
el lugar de nacimiento, se considera el
país donde el galardonado trabajaba cuando
se le premió. Ahí, los Estados Unidos
cuentan con 42 premios. Incluso muchos
otros galardonados estudiaron en universidades
de los Estados Unidos.
Los premios reflejan otros rasgos característicos
del análisis económico durante
el último medio siglo. Por ejemplo, son
reflejo del mayor énfasis puesto en el método
deductivo frente al inductivo y en
los métodos cuantitativos, econométricos
y estadísticos. Además, todos los premiados
eran profesores universitarios. Pero es
notable que cerca de un quinto de todos
los premios fue a parar a la misma escuela:
la Universidad de Chicago.De ellos,más de
la mitad se concedió en los años noventa.
Por cierto, es conveniente anotar que en el
debate entre las viejas escuelas de Cambridge
y Oxford, la primera, respaldada
por la tradición de Marshall y Keynes, sale
claramente triunfante, con cuatro premios
frente a uno de su rival, el alma máter de
Edgeworth.
De las materias tratadas por los Nobel,
la teoría de los mercados en equilibrio –la
microeconomía– es la más galardonada; y
la historia económica y la economía internacional
las menos. Pero, como dice Lindbeck
(2001), el Comité de premios Nobel
de Economía considera fundamental "la
investigación interdisciplinar", dado que
varios de los premios concedidos se basan
en contribuciones en la frontera entre economía,
política, sociología e historia. Decía
Buchanan (1992) que él nunca hubiera pensado
que recibiría el premio Nobel, dado
que su trabajo y su afiliación estaban demasiado
alejados de la corriente principal
de su disciplina y de la academia americana.
Por ello, declaraba en una celebración
en su honor a principios de 1988, "si Jim
Buchanan puede ser elegido para un premio
Nobel, cualquiera puede".
También es especialmente relevante la
originalidad de la contribución y su impacto
sobre el trabajo científico y la política
real. Dice Samuelson que, en parte
"gracias" a los estragos de Hitler, su estancia
durante 1935-40 en Harvard coincidió con
el renacimiento económico de Schumpeter,
Leontief, Haberler y Hansen, y "la Segunda
Guerra Mundial se ganó en las aulas de
Cambridge, Princeton y Los Alamos"
(Samuelson 2003).
Es muy curioso, y un elemento del que
debemos tomar nota para cualquier evaluación
de calidad científica, que, para valorar
el mérito de los laureados, el Comité
no ha confiado mucho en indicadores
cuantitativos, como pueda ser el número
de veces en que se ha citado al autor. Hay
premiados que tienen bajos índices de citas,
como Kantorovich, Haavelmo y Allais,
y también hay algunos economistas muy
citados, pero que no han recibido el premio.
Se concedió el premio a profesores
que publicaron una enorme cantidad de
trabajos, como Samuelson, pero también
hubo quien ganó el galardón con muy pocas
palabras, como Ronald Coase. Muchos
de los trabajos no llegaron a tener impacto
en la profesión, como en el caso de Frisch
(1969), padre de la econometría, pero del
que apenas una cuarta parte de su obra
fue traducida del original noruego. En general,
es posible dividir la lista de premios
en dos grandes grupos. El primero, se podría
denominar "premios a una carrera" (Samuelson,
Arrow, Friedman, Buchanan...).
El segundo fue otorgado a un descubrimiento
particular o a una disciplina específica,
y se eligió a una de sus figuras más
representativas para premiarla. En cualquiera
de los dos casos, podemos concluir
lo mismo: que el economista merecía el
millón de euros.